Lo curioso es que la primera de las palabras, cotilla, indicaba en su origen una prenda de vestir parecida al corpiño. Esta prenda la usaba generosamente una tal María de la Trinidad, conocida en todo el Madrid de la época de Fernando VII por delatar y denunciar a los liberales y provocar el ajusticiamiento de muchos de ellos. Paradójicamente ella también acabó sus días en el cadalso. Era conocida con el nombre de Tía Cotilla (nombre con el que la conocían sus secuaces y con el que evitaban referirse a ella para preservar, en la medida de lo posible, el nombre de la cabecilla de esta banda de delatores) de modo que, con el tiempo, pasó a designar no tanto a soplones y delatores sino a los que gustan de meterse y fisgar en vidas ajenas.
La palabra correveidile (¡ojo a cómo se escribe! con "i", no con "y" *correveydile) es más transparente en su significado. Indica a lo que se dedica la persona cotilla: a, una vez que se ha enterado de algo, correr, ir y decirle a todo aquel que quiera oírla las cosas de las que se ha enterado.
Guardamos para el final aquella que tiene un origen más curioso: chafardero /a. Es una palabra que viene del catalán, safareig, que se traduce como "lavadero" (evolucionó a xafardeig y de ahí pasó al castellano como chafardero). El chafardeo era el lugar de reunión para las mujeres del pueblo que se acercaban a hacer la
Imagen de lavanderas en Vilamayor sacada de Memoria digital de Asturias |
Y ahora, si quieres, ve a cotillear con tus amigos y cuéntales que has descubierto la curiosa historia de algunas palabras en este blog.
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