domingo, 28 de diciembre de 2014

AÑO NUEVO de Rubén Darío

Queda poco para estrenar un nuevo año y se sucederán los poemas, los pensamientos y las frases que pretenden incidir en cambios de vida, en nuevos proyectos, en planes inmediatos...Lejos del poema que traemos hoy.

Se trata de Año nuevo, del nicaragüense Rubén Darío,  un poema incluido en Prosas profanas, es decir, en su época de apogeo modernista aunque la dificultad de este poema lo acerca más al barroco:  perífrasis alusivas, mitología, metáforas, personificaciones, cultismos...Para desentrañar el poema y sus referencias al Pontífice y al Vaticano hay que partir de una primera asociación: la noche del 31 de diciembre es la noche de San Silvestre, nombre de uno
de los primeros papas y Papa que preside el poema desde su silla gestatoria, dispuesto a dar la bienvenida al nuevo año, que llega por poniente. Un logrado ejemplo de modernismo que no suele aparecer en los manuales de literatura y que esperamos que sea el primero de los muchos poemas que leerás a lo largo del año.







A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para Salomón.
Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, y su capa rara.
piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente;
¿va a encontrar el áureo barco donde al brillo de la aurora
viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora 
del Arquero.
Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo misterioso
y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo con sus alas membranosas 
el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca
el arco y el Arquero.

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