Todos hemos consumido infinidad de croissants a lo largo de nuestra vida; muchos sabemos cómo se escribe correctamente pero no todos sabemos cuál es el origen de esta palabra. Usaremos esta entrada para que tanto su ortografía como su etimología dejen de ser un misterio para la mayoría.
La palabra proviene del frances, croissant que quiere decir "creciente"; es un adjetivo que se refiere a la fase de la luna de cuarto creciente. Ahora simplemente nos queda asociar la imagen del croissant con la luna en ese estado y, aparentemente, no nos quedaría ninguna duda de por qué fue bautizada así.
Sin embargo la historia del origen de este dulce es bien curiosa. Y aunque la palabra es francés, el croissant es austríaco. Una noche indeterminada del siglo XVII, en pleno apogeo del intento de expansión europeo por parte del ejercito otomano, los panaderos vieneses que debían trabajar a horas intempestivas se percataron de unos sospechosos ruídos que provenían del sistema de túneles de la ciudad. Eran soldados del ejercito otomano que, gracias a la alarma de los panaderos, vieron
boicoteado su intento de sorprender y tomar la ciudad. El rey ordenó elaborar, en recuerdo de la victoria enemiga, un dulce que recordase este acontecimiento: en el croissant convergen los dos bandos implicados: está elaborado por los panaderos que impidieron el avance y la media luna remite al ejército otomano.
Aclarado el origen de esta palabra, pasemos a su ortografía. Como todo extranjerismo caben dos posibilidades: conservar la palabra tal cual la hemos tomado de su idioma original, de modo que sería correctísimo decir y escribir "croissant" o bien optar por la opción de adaptar a nuestro idioma la pronunciación de esta palabra, lo que nos llevaría a escribir cruasán (sí, así como lees) tal y como hizo la RAE en su versión de 2001. Cualquier variante fuera de estas dos debería considerarse incorrecta, incluso esa que prolifera tanto que es "curasán" (la cual ha sido definida por el periodista gastronómico Mikel López Iturriaga como "palabra que designa a esos ejemplares de engrudo horneado y barnizado con el que día tras día se desayunan miles de españoles que no saben a nada más que a azucar, harina y sebo" (es decir, el cruasán industrial tan arraigado en nuestros hogares y que palidecen ante un auténtico croissant de pastelería o panadería.
Si te ha entrado hambre leyendo esta entrada, corre a la pastelería más cercana a hacerte con un delicioso cruasán (pero intenta evitar los curasanes).
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