La Fundeu y la RAE, como vienen haciendo desde hace unos años, han escogido la palabra que consideran que ha sido más representativa de este 2017 que se acaba, y resulta llamativo que lo sea un vocablo que el 97% de la población desconoce su significado. El término ha desbancado a otros finalistas mucho más conocidos como trans, bitcóin o destripe (que el la versión castellana de toda la vida del "spoiler").Las elecciones anteriores (en 2016 populismo, en 2015 escrache, en 2014 selfi y en 2013 refugiados) no sólo eran palabras conocidas sino usadas por gran parte de la población.
Y, no obstante, el término no es nuevo. Lleva circulando un par de décadas desde que la socióloga Adela Cortina lo acuñó para evidenciar que en muchos casos detrás del racismo y la xenofobia lo que había detrás era un rechazo a la pobreza (un racista puede celebrar sin pudor el gol que ha marcado un negro de su equipo y muchos xenófobos no tienen empacho en escuchar música o probar comida de otras culturas).
Aunque como hemos esbozado unas líneas más arriba la elección del término podría provocar debates acerca de su repercusión o no, lo que realmente debería preocuparnos es que haya sido necesario buscar una expresión que evidencie nuestro desagrado hacia la pobreza y, peor aún, que una parte de expertos considere que define a la población actual. Esperemos que, por méritos propios, la palabra del 2018 sea solidaridad o integración y no volvamos a tener que oír más esta palabra.