Recién salido del horno está el diccionario de la RAE. Como siempre, con polémica, pues la gente se queda en los titulares y cuando lee cabeceras del tipo "La RAE abre la puerta a "asín" "cree que se permite el uso de esta palabra, y no es así. Que entre en el diccionario no quiere decir que se prescriba su uso, sino que se evidencia la realidad de la existencia de esa palabra; otra cosa es que se recomiende o desaconseje su uso
(y, en ese caso, se propone la palabra correspondiente). Por ejemplo: se ha popularizado el uso de "Backstage" para referirse a la zona del escenario o de las pasarelas alejada de la mirada del público, por lo que hay que incorporarla al DRAE. Pero, al lado, se matiza que es preferible la expresión española "bambalinas".
Estas aclaraciones, así como referencia a términos que entran y salen del diccionario las podéis leer en esta entrada o consultar este artículo
Para completar la entrada reproducimos el texto publicado en ABC por Marta Barroso en donde utiliza varias de las incorporaciones de las que hablábamos anteriormente.
Chupi, chupi. Encontrar sitio fue una serendipia total. Como soy unacagaprisas y no llegaba a mi cita conducía iluminada y casi hago un alunizajeal rebotar contra una isleta. Entre que tenía la olla perdida, se me había metido una basurita en el ojo y las deportivas no se agarraron bien a los pedales, casi hago un caballito. Lo nunca visto. Menuda citadina estoy hecha. El susto fue tal que mi pelo liso se enruló. Muté. Sorprendida me hice una auto foto (selfie no se dice, se siente) y la colgué rápidamente en las redes para no tener que crear mi propia plataforma (palabra detestable) para informar al mundo de la veracidad de los hechos. Dejé mi imagen en la nube y con más cague que vergüenza continué mi camino. Entonces apareció el gorrilla. “!Que serendipia!”, exclamé con júbilo. “¿Tú por aquí?”. Le conocía de mis visitas a un hospital en el que él y otros gorrillas okupan las plazas libres que luego ceden a los conductores a cambio de propina. Creé un hipervínculo con él de tal calibre que algunas mentes calenturientas quisieron ver en lo nuestro una relación deamigovios. “No te lo vas a creer, Marta es amigovia de un gorrilla?” “Nooooo. Qué fuerte””, contestó otra. “Sí. Incluso parece que tuvieron un affaire”. Las malas lenguas. Que no entienden que me ajunté a él para que me guardara sitio y de ahí surgió la amistad. Amiga, que no amigovia. Un término que me tiene enamorada. ¿A quien se le habrá ocurrido tan genial creación? Total, que gracias a eso encontré plaza (¿o se dirá plazisitio?), aparqué, y como llegaba tarde quedamos en charlar a mi vuelta. Y así fue. Comentamos sobre fútbol -compartimos pasión por el Atlético de Madrid-, hablamos de los rabones de los jugadores, de rebotes, de pelotazos, y de tabletas. Estas tres últimas palabras empleadas en sus nuevas acepciones, que poco tienen que ver con las que ustedes imaginen sobre fútbol. Y lo hicimos con todas las de la ley. La que marca el más alto tribunal de la lengua castellana. La Real Academia Española. Que, con su permiso, me ha dejado en estado de shock. Un término que no sé si debo emplear o no, pero que seguro que entienden. No como el resto de la columna, que les va a costar. Pero si lo dice la Academia, cualquiera se opone. Feliz domingo.
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