domingo, 5 de mayo de 2013

Nuevos eufemismos económicos

Raro es el día que abrimos el periódico y no nos encontramos expresiones como "Flexibilización del mercado laboral", "gravamen complementario", "reformas económicas" que, no cabe duda, suenan mejor que los términos utilizados hasta el momento  "abaratar el despido", "nuevo impuesto" o "recortes". Por eso hablamos de eufemismos porque, según la RAE, un eufemismo es "modo de decir para expresar con suavidad o decoro ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante".





El Gobierno actual, consciente de que sus medidas económicas no son del agrado de la ciudadanía, intenta suavizar su mensaje recurriendo a expresiones como las que recoge en su edición del 5 de mayo, y que aquí reproducimos, el periódico La Voz de Galicia.


Al pan, pan y al rescate, tomate

La crisis alumbra un auténtico diccionario de «neolengua», con eufemismos, perífrasis y circunloquios para ocultar el impacto negativo de la recesión y las medidas adoptadas

Con su querencia por el argumento de la «herencia recibida», es posible que el Ejecutivo de Mariano Rajoy quiera aplicarlo también al uso hipertrófico de eufemismos y expresiones rebuscadas en un intento de enmascarar los verdaderos -y dolorosos- significados de sus declaraciones. Fiel a la máxima de que lo que no se nombra no existe (un ejemplo es que Rajoy elude referirse a Luis Bárcenas tanto como un alérgico al pescado huiría del sushi), el Gobierno ha tirado de imaginación y, en menos de año y medio, ha alumbrado un auténtico diccionario de neolengua económica.
Y eso que Rajoy insistió en que llamaría «al pan, pan y al vino, vino». En algo diferente debía de pensar el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero cuando bautizó como desaceleración del crecimiento o aterrizaje suave la peor crisis que se recuerda, resistiéndose también a llamarla por su nombre. Aquello fue el principio de una escalada eufemística que con el actual Ejecutivo llegó a provocar la hilaridad de la prensa internacional. Así, Time titulaba hace ahora un año: «Tú dices tomate, yo digo rescate». Pero nadie se sonrojó y el «al pan, pan» siguió siendo un florido circunloquio. Estos son algunos ejemplos:
Afloramiento de bases
Amnistía fiscal. Ha sido una de las estrellas del diccionario de neolengua del ministro de Hacienda. Cristóbal Montoro hizo alusión a ella por primera vez en la presentación de los Presupuestos Generales del Estado del 2012, definiéndola como «medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas». A nadie le quedó duda de que era una amnistía fiscal, pese a que Montoro siguió buscándole las vueltas léxicas con contrucciones como «afloramiento de bases» o «regularización de rentas y activos no declarados».

 
Apoyo financiero = Rescate a la banca.

Ni el presidente del Gobierno ni su ministro de Economía, Luis de Guindos, pronunciaron la palabra maldita: rescate. En su lugar emplearon un gran surtido de conceptos que sonaban muchísimo más positivos: desde «apoyo financiero» a «línea de crédito», «préstamo en condiciones extremadamente favorables» o «ayuda» a secas. Pero ¿rescate? Jamás. «No tiene nada que ver», insistió De Guindos hasta la saciedad.


Crecimiento negativo = Recesión.

Si a la crisis se la llamó «desaceleración del crecimiento», para referirse al empeoramiento de la economía enferma, es decir, la recesión, De Guindos se decantó por una antítesis y habló de «tasa de crecimiento negativo». También eligió la perífrasis «deterioro adicional importante» para encubrir lo que no es más que una economía en caída libre.

Devaluación interna= Bajada de salarios.
La devaluación interna, «devaluación competitiva de salarios» o el más familiar «apretarse el cinturón», repetidamente utilizados por el Ejecutivo, la patronal o el mundo financiero -sin olvidarnos de Bruselas, por supuesto- son más o menos esmeradas fórmulas lingüísticas para evitar pronunciar lo obvio: que seremos más pobres porque nos bajarán los salarios.
 
Desindexación= Pérdida de poder adquisitivo.
Es el último eufemismo incorporado por el Gobierno a su diccionario. Ocurrió en el último Consejo de Ministros de abril y bajo tan oscuro palabro, manejado por la vicepresidenta y los ministros De Guindos y Montoro, se oculta el hecho de que el coste de los contratos públicos ya no se vincularán al IPC, es decir, a la evolución de los precios. De nuevo la traducción explica la reticencia del Ejecutivo a hablar claro: se perderá poder adquisitivo. Además, todo apunta a que la medida puede ser extensiva también a las pensiones.
 
Flexibilizar el mercado laboral= Abaratar el despido. En la aprobación de la reforma laboral, el Gobierno, con la ministra de Empleo a la cabeza, se cuidó mucho de negar que fuera a abaratar el despido. En su lugar repitieron el mantra de la «flexibilización» del mercado de trabajo. Suena mejor, pero es lo mismo, y los datos de la EPA lo corroboran.
 
Gravamen complementario= Subida de impuestos.
Tan impopulares como las bajadas de sueldo son las subidas fiscales, ya que tienen idéntico efecto sobre el bolsillo de los contribuyentes. Por eso el Gobierno se ha esmerado en desterrarlas de su vocabulario. ¿Imposible? En absoluto: la subida del IRPF que solo se iba a aplicar dos años -ahora ya serán tres- la definió Montoro como un «gravamen complementario», mientras que Soraya Sáenz de Santamaría rizó el rizo cuando habló del «recargo temporal de solidaridad». Pero aunque el impuesto se vista de seda...
 
Impacto asimétrico de la crisis= Siempre pagan los mismos.
 Admitir que quienes menos tienen son los más castigados por el catálogo de recortes, ajustes, subidas y bajadas varias adoptadas por el Ejecutivo sería la chispa necesaria para la rebelión ciudadana. Ello explica la elección de la aséptica -y anestésica- afirmación del «impacto asimétrico de la crisis», con el que se deshumaniza un auténtico drama social.
 
Movilidad exterior= Fuga de cerebros. La emigración forzosa de los jóvenes fue calificada recientemente por la ministra Báñez de «movilidad exterior». Este desafortunado eufemismo provocó tal incendio en las redes sociales que se vio obligada a rectificar un par de horas después.
 
Reformas= Recortes.
Es el comodín que más emplean Rajoy y su Gabinete, porque les permite regatear el proscrito concepto de recorte, que también eluden con «ajustes», «optimizaciones» y «racionalizaciones» de lo más variopintas.
 
Regulación de empleo = Despidos. Tan engañoso como la «moderación salarial», que no es más que la congelación o, en el peor de los casos, reducción del sueldo, la «regulación» de empleo no tiene nada de inocua: es un modo limpio de llamar al despido, normalmente colectivo.
Sociedad de Gestión de Activos (SAREB)
 
Tique moderador sanitario= Euro por receta. La idea original fue de la Generalitat, que consideró que cobrar un euro por receta a los ciudadanos sonaba mucho más confiscatorio que llamarlo «tique moderador del gasto sanitario». Al presidente de la comunidad de Madrid, del PP, le gustó la idea para «racionalizar» el consumo farmacéutico, mientras que la ministra de Sanidad nunca llamó «repago» a lo que realmente lo era. «Copago» fue la fórmula escogida.
 
 
 
 

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