martes, 4 de noviembre de 2014

"ROMANCE DE LA MUERTE Y EL ENAMORADO" (y otras variantes del tema)






Este romance presenta varios tópicos: el de la albada, o el encuentro de los enamorados durante la noche y a escondidas de los padres; el de la personificación de la muerte y su poder del que nadie puede escapar (el poder igualatorio de la muerte), el del sueño, el del "carpe diem", pues el enamorado debe aprovechar el escaso tiempo que le queda antes de que la muerte venga a llevárselo...Vemos, pues, como una composición aparentemente sencilla y popular presenta un grado de elaboración y de intertextualidad considerable,aunque, si quieres más detalles, puedes acudir a este  comentario de texto.





Un sueño soñaba anoche,
Soñito del alma mía,
Soñaba con mis amores
Que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca
Muy más que la nieve fría.
- ¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
Ventanas y celosías.
- No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.
- ¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
Más de prisa se vestía;
Ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
- ¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio
Mi madre no está dormida.
- Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a tí, vida sería.
- Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
La Muerte que allí venía:
- Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.




 Aquí tienes la versión recitada de este famoso romance.





Con todo, la historia ni es propia de la tradición hispana ni se remonta a la Edad Media. El tópico de la Muerte que aparece anunciando que ha llegado su hora a algún personaje fue también motivo de numerosos relatos ya desde la antigüedad.

El relato nos ha llegado de esta forma en la tradición india

El discípulo de un Sufi de Bagdad estaba un día sentado en un rincón de una posada, cuando oyó hablar a dos personajes. Por lo que decían, se dio cuenta de que uno de ellos era el Ángel de la Muerte.

“Tengo varias visitas que hacer en esta ciudad durante las próximas tres semanas”, le decía el Ángel a su compañero.

Aterrorizado, el discípulo se escondió hasta que ambos hubieron partido. Entonces, usando su inteligencia para resolver el problema de cómo frustrar una posible visita de la Muerte, decidió que si se mantenía alejado de Bagdad, no sería alcanzado. Sólo hubo un corto paso entre este razonamiento y alquilar el caballo más veloz disponible y espolearlo día y noche en dirección a la lejana ciudad de Samarcanda.

Mientras tanto La Muerte se encontró con el maestro Sufí y hablaron sobre diversas personas. “¿Y dónde está tu discípulo tal y tal?” preguntó La Muerte.

“Debe de estar en algún lugar de esta ciudad, empleando su tiempo en contemplación, quizá en una posada”, dijo el maestro.“¡Qué extraño!, dijo el Ángel, “pues se halla en mi lista. Sí, aquí está: Tengo que recogerlo dentro de cuatro semanas, nada menos que en Samarcanda. [



1]
Y, con distintas versiones, ha llegado hasta el siglo XX; como muestra el relato de El gesto de la muerte, de Jean Cocteau

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.


Cerramos esta entrada con otra variante: la que realizó el cantautor italiano Roberto Vecchioni basada en esta tradición.


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