miércoles, 4 de diciembre de 2013

Ojito con los diminutivos

Dentro de los sufijos flexivos, esto es, los que se añaden a una base sin cambiar su categoría gramatical para aportar matices de género, número, persona, tiempo...están los sufijos apreciativos; y, dentro de estos, los sufijos diminutivos.

En un principio, como su propio nombre indica, sirven para añadir a la base a la que se adjuntan la noción de "menor": Dale un golpecito y verás cómo se arregla; En un momentito estoy contigo.
No solo los sustantivos y adjetivos pueden unirse a los diminutivos. En algún caso aparecen también con adverbios Es ahí cerquita; Ahorita mismo nos vemos.

La otra información que puede aportar el diminutivo es la de afectividad: Vive con sus abuelitos; ¡Estás hecho un hombrecito! A veces se carga de sensaciones negativas: ¡Menudo pisito se compró Ronaldo!, Es una listilla. 

En algunos casos el diminutivo ha perdido su valor y se ha lexicalizado dando lugar a una palabra con entidad propia: ya no se percibe el bocadillo como un bocado pequeño, ni una almohadilla como algo de pequeño tamaño para colocar bajo la cabeza durante el sueño.

Respecto a las variaciones que sufre la base a la que se adjunta, dependiendo de si es monosílaba, si acaba en vocal tónica, si hay que añadir interfijos...recomendamos consultar esta entrada del blog profesorenlinea. cl

Pero, más allá de estos valores que puede tener el diminutivo, presenciamos, en la actualidad, una proliferación del uso del diminutivo que, no solo queda desprovisto de su valor, sino que cansa y empalaga. Por supuesto que hay gente a favor de su uso, pero la aparición de grupos como "prohiban los diminutivos si hay bebés cerca", de numerosos artículos en blogs cuestionando su abuso, nos hace pensar que la tendencia es intentar erradicar el uso sistemático de los diminutivos.



Para demostrar que esta preocupación no es reciente, remitimos a este cuento de Eduardo Galeano


Ella estaba sentada en una silla alta, ante un plato de sopa que le llegaba a la altura de los ojos. Tenía la nariz fruncida y los dientes apretados y los brazos cruzados. La madre pidió auxilio:
—Cuéntale un cuento, Onelio —pidió—. Cuéntale, tú que eres escritor.
Y Onelio Jorge Cardoso, esgrimiendo una cucharada de sopa, comenzó su relato:
—Había una vez una pajarita que no quería comer la comidita. La pajarita tenía el piquito cerradito, cerradito, y la mamita le decía: ¨Te vas a quedar enanita, pajarita, si no comes la comidita¨. Pero la pajarita no hacía caso a la mamita y no abría su piquito...
Y entonces la niña lo interrumpió:
—Qué pajarita de mierdita —opinó.



Forges, como siempre, al pie de la noticia, ilustra magistralmente este abuso. 





.


No hay comentarios:

Publicar un comentario